Cinco cosas que he aprendido trabajando como sexóloga (Parte II)

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1. Asertividad, la asignatura pendiente

La asertividad es una habilidad social que permite a la persona comunicar su punto de vista desde el equilibrio entre un estilo agresivo (yo-yo) y el estilo pasivo (tú-tú) de comunicación.

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Es aquella capacidad para expresar y recibir, en forma apropiada, las emociones, los pensamientos y las conductas, respetando a los demás y, sobre todo, a nosotros mismos/as.

Y es que tener la capacidad para expresar y comunicar, inclusive una negativa, no es tarea fácil, ya que en muchas ocasiones nos han educado en que hay que agradar a todo el mundo. Y es un error, es imposible agradar a todo el mundo. Frecuentemente también es porque tenemos miedo a discutir con la otra persona, miedo al conflicto, y otras veces es por falta de confianza en uno mismo. También tiene que ver con el miedo a equivocarnos.

El origen de esta dificultad es cultural. Lo que deseamos es caer bien a los demás, somos seres sociables y deseamos sentirnos acompañados, queridos y tenidos en cuenta por los demás. Para lograrlo lo que hacemos es COMPLACER. Con un comportamiento asertivo lo que haces es respetarte, respetar al otro y sobre todo respetar tu escala de valores. Si eres capaz de hacer eso es porque tienes muy claro quién eres tú, quién es la otra persona, que ambos sois libres y qué es lo importante para ti.

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2. Relación terapéutica profesional-pacienta

La formación y la experiencia me han enseñado que la relación entre terapeuta y paciente no es jerárquica, y que el paciente debe ser conocedor de ello. Por eso, una de mis premisas básicas como profesional, es la de otorgar a mi paciente/cliente la responsabilidad y el hecho de que él/ella es la experta de su vida y sus vivencias y que mi papel, es el de ofrecer recursos y estrategias para que juntos/as podamos abordar la demanda.

Otra de las cuestiones imprescindibles que tengo en cuenta en mi consulta es la de ceder el espacio necesario, sin interrumpir, para que la persona puede expresarse libremente, y yo pueda escuchar activamente a la persona.

Algunos profesionales se centran en el problema y en cómo afecta a las diferentes áreas de la persona, obviamente yo también lo tengo en cuenta pero me gusta mucho poder valorar las habilidades de la persona demandante y, buscar así, los aspectos positivos para quitar carga emocional negativa al suceso y a la vivencia de la misma.

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3. “Punto G” una zona aún por investigar

Lo que nos han contado del punto G es que es una zona situada en el tercio inferior de la pared anterior de la vagina. Como característica, es una zona marcadamente más erógena que el resto del tejido vaginal. (Laura Pastor, Fisioterapeuta de suelo pélvico)

A lo largo de la historia, la sexualidad femenina no ha estado muy estudiada en cuanto al placer se refiere, sin una función reproductiva significativa, sigue siendo motivo de muchas controversias al respecto.

De hecho, es asombroso que sólo hayan pasado 68 años desde que Ernest Grafenberg, describiese las primeras referencias sobre ésta zona. Y que no fuese hasta el año 2000 que la comunidad científica pusiese más énfasis en ver qué y por qué ocurre dicho fenómeno.

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Pese no haber una estructura anatómica diferenciada para el denominado “punto G” (como lo hay para otras partes de nuestro cuerpo), hay muchas mujeres que disfrutan de una sensación subjetiva muy placentera. Eso me parece altamente positivo para aquellas que disfrutan de dicho orgasmo o sensación placentera, pero afirmar la existencia del “punto G” puede ser contraproducente para aquellas mujeres que “sabiendo que hay algo tan placentero y no pueden alcanzarlo”. Ya que esto puede provocar una sensación de impotencia y frustración, por no ser capaces de conseguir placer, en la estimulación de su propio cuerpo.

4. Homosexual ¿Se nace o se hace?

Antes de empezar a resolver dicho interrogante, tengo que mencionar a Gabriel J Martín, psicólogo especializado en psicología afirmativa gay. Y es que con él, y su conocimiento, afiancé la respuesta a éste punto que me gustaría compartir con vosotros/as.

Sabemos que ser homosexual no se elige (adquiere) porqué no sigue las Leyes del Aprendizaje: (1)Refuerzo, (2)Reversibilidad y (3)Modelado.

  • 1. Ser homosexual no se premia, siempre se castiga (con mayor o menor rigidez) en la mayoría de culturas.
  • 2. Por más que una persona asista a Pseudoterapia de Reversibilidad, nunca va a dejar de ser homosexual, uno no escoge, ni elige quién te gusta, ni a quién quieres.
  • 3. Una persona necesita un modelo de conducta para aprenderla y, por ejemplo, en Arabia Saudí, que no hay modelos, ni referentes, el número de homosexuales es el mismo que en otros sitios dónde sí lo hay. Además, el 90% de las parejas homosexuales, tienen hijos hijos heterosexuales.

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5. Confundimos normal con habitual

Lo habitual es una media estadística, y lo normal una valoración subjetiva más compleja. No tienen por qué coincidir. Lo habitual es estar casado por largos años y esforzarse en ser fiel a tu pareja. Para muchas personas eso no es normal, como tampoco lo es el celibato. (Pere Estupinyà)

Recibo muchísimas preguntas de personas realmente angustiadas por saber si aquello que piensan, practican y/o disfrutan es “normal” o no. Y lo cierto es que en el ámbito de la sexualidad, antes de aventurarnos a dar una respuesta debemos ver a qué criterios nos estamos refiriendo:

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Al criterio estadístico: Lo que hace la mayoría.

El sociocultural, es decir, lo que dice el entorno en donde uno vive.

El legal, religioso, educacional, cultural, moral, psicológico o anatómico, entre otros.

En sexualidad no existe un patrón de normalidad, ésta depende del criterio moral individual y/o en pareja y de la situación/circunstancia y cultura en la que ocurra. Así pues, si tienes dudas de si algo es “normal”, deberías preguntarte los motivos por qué lo haces, si te gusta y te resulta placentero, si hay una disputa entre tus valores, creencias y moralidad, y si lo haces de forma voluntaria y consensuada con otras personas.

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