Porno, ¿Un recurso útil para nuestra vida sexual?

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El porno sigue siendo una de las principales fuentes de información de las personas para “aprender” y conocer temas relacionados con la sexualidad. De hecho, en los talleres de afectividad y sexualidad que imparto en diferentes institutos, rara vez es la ocasión en qué no sale en primera instancia, cuándo les pregunto a los alumnos/as, de dónde han aprendido lo qué saben de sexualidad.

Así que sí, el porno está presente en nuestro día a día, pero ¿nos atrevemos a confesar, en nuestro circulo de amistades, que vemos porno? Y siendo más preciosos ¿somos capaces de manifestar, qué categorías nos excitan más?

La respuesta es variable obviamente, lo que si es cierto es que el mundo de la pornografía ha sido (y continua siendo, aunque cada vez menos) terreno protegido de los hombres. A las mujeres se nos tenía vetado el paso, porqué las mujeres “dignas” no tenían la necesidad de navegar por terrenos lujuriosos. Además, cabe destacar que, los vídeos mainstream, también entendidos como los vídeos “más de moda”, la figura de la mujer es sumisa y está a las ordenes del varón en cuestión. Así que dados los antecedentes culturales, religiosos y el papel dócil de la mujer en el porno. Ha hecho, sin duda, que las mujeres consumidoras, o no, de pornografía, tengamos reparo a la hora de decir abiertamente, que vemos porno.

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Afortunadamente, los tiempos han cambiado y la industria del porno, aunque sigue siendo claramente machista, ha sufrido una pequeña transformación. La imagen de que el sexo es exclusivamente penetración vaginal, y que los actores deben marcar bien sus abdominales, tener un pene de descomunales dimensiones y mantenerlo siempre erecto, así como, que todas las actrices deben poseer cintura de avispa, pechos exuberantes, cavidades insólitas y ni rastro de vello, para ser deseables se va difuminando para dar paso a otro tipo de porno más diversificado, complaciente y abierto para más publico.

Actualmente hay directoras de cine erótico que han hecho carrera en ésta género, como Erika Lust, que a parte de dirigir películas eróticas, también ha escrito un libro llamado “Porno para mujeres” -de descarga gratuita- y que pretende romper consciencias ancladas en ideas caducas, con ideas tales como que “las mujeres podemos y debemos ser capaces de disfrutar de una buena peli X sin sentirnos ofendidas”, comenta Erika en su página web.

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Así bien, respondiendo a la pregunta de si ¿vemos porno? Debemos afirmar que sí, que tanto hombres como mujeres, hemos visto porno alguna vez ya sea por curiosidad, para excitarnos o para coger alguna idea para llevar a la práctica en nuestra vida privada. Yo creo que la cuestión importante es el hecho de si ¿aprendemos a ser mejores amantes con el porno? Ante éste interrogante, es necesario señalar que la industria de videos X no busca, ni pretende educar. El objetivo es otro diferente: vender. Y tiene lógica en una sociedad consumista y vetada por la cultura y la religión, en materia de sexualidad, durante años.

Ahora bien, ¿podemos coger ideas para nuestro disfrute? Por supuesto, pero hay que tener claro que las expectativas pueden verse truncadas. Puesto que, no es lo mismo un escenario planificado, con unos “guiones”, y unas escenas previamente pactadas, a lo que pueda surgir en la vida real, en un escenario improvisado. No hay que olvidar que las películas, son películas. Sean del género que sean, inclusive las porno. Así que, por ejemplo, pretender aguantar 30 minutos, sin parar, una penetración, seguramente sea frustrante si lo intentamos en la comodidad de nuestras casas. Y el objetivo de tener sexo es el placer, y no la desesperación por no poder hacer x postura.

Otra cuestión a tener en cuenta, es que la idea de la penetración y el orgasmo siguen siendo la meta de cualquier interacción sexual. Así nos lo pintan en la mayor parte de películas eróticas y el modelo de sociedad coitocentrista en el que vivimos, pero la verdad, va mucho más allá. Las caricias, los masajes, la masturbación, el sexo oral, etc. Son prácticas igual de placenteras que consideramos “preliminares”, es decir, sexo de segunda categoría antecedente al esperado coito. Llegados a éste párrafo, podéis entender perfectamente mi desaprobación al uso de la palabra “preliminares” a un sexo que puede ser igual o más satisfactorio que una penetración.

¿Cómo nos afecta la pornografía? El porno puede ser un entretenimiento y una vía para obtener placer para algunas personas. Para otras muchas sea una fuente de alimentación para sus fantasías sexuales y, por supuesto, habrá a quién no le guste y no le aporte absolutamente nada.

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Pero el porno puede ser “dañino” en la medida que no sepamos discernir si lo que vemos es ficción o realidad. Es decir, creer con fe ciega que lo que vemos en la pantalla, es la realidad del comportamiento sexual, es un grave error que trae consigo sus consecuencias:

  • Puede disminuir nuestra autoestima, si comparamos nuestro físico, nuestro rendimiento, frecuencia o intensidad con el de los actores o actrices de los filmes.
    Provocando, en algunos casos, que las personas eviten encuentros con otras personas por miedo a “no dar la talla”.
    Por tanto, no olvides que son películas. Y así como tampoco te pondrías a reproducir una escena de Star Wars, por ejemplo, valora qué práctica sexual, aprendida del porno y en caso de querer reproducirla, vas a llevar a cabo y se realista con las expectativas.
  • Intentar reproducir una escena con la que fantaseas, puede no ser tan maravilloso como esperas.
    En la imaginación todo es perfecto, sabemos que va a suceder después del paso uno, del dos y así consecutivamente. Pero la realidad, dista muchísimo de la ficción, así que nuestras expectativas pueden verse truncadas al ver que no resulta tan placentero como preveíamos, o que nuestra pareja se enfada por proponer según qué fantasía. A veces, las experiencias que guardamos en nuestro imaginario erótico resultan más excitantes en nuestra cabeza, que puestas práctica.
  • Adoptar roles sexuales sin avisar a tu pareja. Bien, todas las prácticas de dominación, sumisión y las englobadas en la siglas BDSM, tienen un aspecto común: EL CONSENSO. Así que si te llama la atención, no hagas nada por tu cuenta y riesgo, y sin avisar, habla con tu pareja y consensuad qué os apetece y buscad información.

Por tanto, la pornografía puede ser un recurso útil en nuestra sexualidad, siempre y cuando sepamos distinguir la fantasía de la realidad, y tengamos en cuenta que el porno no educa, sino que su objetivo es que nos excitemos.

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