Honestamente, nunca he sido muy fan de los artículos que nos venden consejos o “tips” generalistas para hacer “x cosa”, o ser mejor en “x otra”. ¿Por qué? Muy sencillo, y es que la verdad que como persona y como psicóloga, creo en las individualidades, características y particularidades de cada uno/a más allá de las generalidades socialmente impuestas.
Por eso los artículos que que dan “recetas” y “remedios” para tutti, no me parecen de fiar por diferentes motivos; el primero, el que comentaba anteriormente, soy fan de las casuísticas personales y en estos artículos no se contemplan para nada, y segundo, leerlos y hacerles caso, palabra por palabra, nos pueden llevar a la frustración por ser –se supone- algo que todos/as deberíamos hacer o alcanzar para nuestra satisfacción y desempeño personal, y no señores/as, eso no es así.
Cuando leemos dichos artículos en las revistas rosas o amarillas –o el color que sea- nos están dando, o mejor dicho, nos están lanzando un mensaje claro: si no sigues, y no te sientes cómodo/a, con los siguientes consejos, no eres normal.
Y a mi no hay palabra que me de más repelús que “normal”. ¿Qué es normal? O mejor dicho ¿quién es normal? O en su defecto ¿quién no es normal? Y ¿para qué o para quién? A nivel estadístico, se entiende normal como la realidad que hace la mayoría pero ¿qué ocurre si lees un artículo y no te sientes identificado con ninguno de los “tips” expuestos? Ahí es donde yo quiero llegar.
Quizá os resulte raro lo que os comento y posiblemente, si habéis leído hasta aquí, quizá estéis pensando que el titulo poco tiene que ver con el contenido, pero eso no es cierto del todo. Si te quedas hasta el final, lo entenderás.
Desde tiempos inmemorables el ser humano siempre ha querido ser el mejor amante y eso lo ha llevado a, por ejemplo, buscar sustancias y/o alimentos para incrementar su vigorosidad y rendimiento, pasando por ungüentos y rectas de escaso rigor científico para acrecentar su líbido y funcionalidad. Por lo que el tema de ser un/a buen/a amante, no es exclusivo de la actualidad, sino que se remonta a la antigüedad.
Así que hoy, lo siento, pero no os voy a desvelar nada que no sepáis ya, este post es un recordatorio de esos que no viene mal leer y releer ocasionalmente, cuando las presiones sociales, los malos días y/o las discusiones de pareja puedan acechar nuestra funcionalidad en la alcoba. Porque sí queridos/as lectores/as, si nuestro cerebro no está en paz y serenidad, difícilmente nuestro cuerpo reaccionara a los estímulos que tenemos delante por muy excitantes, eróticos y sugerentes que sean. Dicho de otra manera, cerebro y cuerpo están interconectados y no solo físicamente hablando. Por tanto, ¿cuál creéis que puede ser la primera razón fehaciente que os voy a dar para saber si sois buenas personas en la cama?
No sé si lo habrás adivinado o no, pero está claro que lo primero a tener en cuenta es “¿Me apetece dicho encuentro sexual?”, si la respuesta es un sí, genial, ya puedes pasar al siguiente nivel pero ¿qué ocurre si tu respuesta es una negativa o bien un no sé? Pues que deberías preguntarte el motivo por el cuál no te apetece –y no porque no pueda no apetecerte, ni mucho menos-, pero si el hecho de analizar si es algo puntual, fortuito, o bien resulta que ya vienen siendo unas cuantas las ocasiones en las que te sientes un poco remolque del otro/a.
En este punto nos tendríamos qué preguntar qué ocurre y nadie mejor que tú puede saberlo, aunque a veces necesitemos una pequeña –o gran- ayuda y no hay problema por admitirlo y buscar soluciones, de hecho mi profesión tiene razón de ser por cuestiones como esa.
Quizá no acabes de comprender cuál es el mensaje y qué tiene que ver la pregunta, con el hecho de ser un/a buen/a amante. Pues la verdad es que la respuesta puede ser tan sencilla o compleja como gustes, pero aquí te doy la mía, ni más verdadera ni falsa que otras sino la mía. Y es que resulta que, más veces de las que nos pensamos, nos olvidamos de apagar el piloto automático, de poner en pausa nuestras preocupaciones diarias, postergamos el disfrutar de un momento a solas con nosotros/as mismos/as y frecuentemente el trabajo nos deja absortos. Para más inri, en las ida y venidas de nuestros trayectos, leemos artículos generalistas, sí de los que hablaba al principio, que nos dan parches como “soluciones” y cuando intentamos aplicar lo leído, resulta que no va tan con nosotros como pensábamos y nos desanimamos aún más.
Y es por la suma de esas circunstancias, evitables en gran medida, las que crean un combo perfecto para entorpecer la salida a este circulo vicioso y el poder disfrutar de todo lo maravilloso que te sucede. Pero no creas que se trata de un artículo negativo, no lo pretendo. Mi intención es que tomemos consciencia de la realidad que nos envuelve y que estas líneas nos alienten a disfrutar de lo que tenemos, a disfrutar plena y concienzudamente de la compañía de nuestra pareja, a entregarnos al 200% en la cama y en nuestras relaciones afectivas, a olvidarnos de los complejos y de los cánones impuestos, a desayunarnos las vergüenzas y aprender a besar y acariciar hasta las cicatrices, a comunicar empática y asertivamente lo que deseamos, a dejarnos llevar sin temor al qué dirán personas que no nos importan, a disfrutar de los pequeños instantes y de las grandes personas que te ser mejor persona y en definitiva, a SENTIR.
Como ves, lo que te hace mejor amante no es que un día al año hagas algo fuera de tu rutina y que os haga sentir bien a ti y tu pareja, sino que es un continuo, es una manera de entender la vida es, como bien diría Mafalda, que lo urgente no te quite todo el tiempo para lo importante.