Mi pareja no quiere tener relaciones sexuales, ¿Qué ocurre?

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Cuando tu pareja no tiene ganas de practicar sexo, lo más fácil es asumir que se ha perdido el interés, qué ya no le atraemos o cualquier otra idea autodestructiva. Mi consejo es que no debemos sacar conclusiones antes de tiempo, ni dar por perdida nuestra vida sexual, ni mucho menos nuestra relación afectiva.

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En éste artículo os voy a comentar algunas posibles hipótesis de los motivos por los cuales la pareja no tiene tantas ganas de interactuar en la cama.

1. No está satisfecha con la relación

Para muchas personas, el deseo sexual está relacionado directamente con cómo se sienten con respecto a la relación, es decir, si la pareja está enfadada con nosotros o no se siente satisfecha con la convivencia/matrimonio, o existen problemas internos sin resolver, el sexo será lo último que pase por su mente.

Generalmente, ésta característica está asociada a las mujeres, eso quiere decir ¿qué todas actuemos así? ¡NO! Hay muchos hombres que también les cuesta mantener una relación íntima después de una discusión.

A nivel científico se ha estudiado que algunos hombres tienen la capacidad de querer mantener relaciones sexuales a pesar de haber reñido. Y, en resumidas cuentas lo que nos dicen los estudios, es que los hombres poseen la habilidad de entender que si en la cama es un lugar donde se entienden bien y hay buena armonía y complicidad. No hay mejor lugar para hacer las paces.

No se trata de que los hombres siempre estén pensando en sexo, sino en la idea de que, la cama, es un sitio favorecedor para el entendimiento.

Por tanto, hay preguntar antes de suponer y sacar conclusiones precipitadas y probablemente erróneas. La frase de “se sufre más por lo que se piensa que por lo qué es”, es totalmente cierta.

2. Puede que el sexo sea doloroso

Los años traen sabiduría, pero también algún que otro contratiempo en la cama.

Tanto los hombres como las mujeres sufren fluctuaciones físicas y hormonales con el paso del tiempo y por eso es importante ir “reinventándose” y tener en cuenta qué lo que gustaba ayer, hoy puede no gustarnos tanto y hasta puede resultar molesto y/o doloroso.

Debemos pensar, sin autoexigencias, qué nos apetece y cómo. Ésta idea no debe quedarse en la individualidad de cada uno/a y esperar que nuestra pareja lo adivine, se trata de poder expresarlo de manera libre y asertiva. Recuerda que los gustos son mutables y que los cambios en las etapas del ciclo vital son inevitables, y traen consigo cambios en la esfera íntima. Así que comunícate con tu pareja y haz explicito lo que te apetece, lo que no te apetece y lo que no te gusta, proponiendo mejoras.

3. Pasan los días sin tocarnos

El sexo no es única y exclusivamente coito. Es decir, la sexualidad y el sexo, específicamente, no significa que la relación sexual deba acabar necesariamente en penetración. De hecho, el coito vaginal es la conducta sexual imprescindible si el objetivo principal es la procreación. Pero el sexo es mucho más traer hijos/as al mundo, el sexo es sinónimo de placer, así que date el gusto de explorar, fantasear y darle rienda suelta a la imaginación.

Si bien es cierto que vivimos en una sociedad coitocentrista, donde el coito es considerado el centro de la práctica sexual, obviando el resto de prácticas igualmente placenteras, muchas veces, esa idea impuesta culturalmente, impide vislumbrar que sexo es todo aquello que somos y no lo que hacemos e implica muchas cosas más, como las caricias, los masajes, masturbación, sexo oral, etc.

Amplia el registro de prácticas eróticas y sexuales y no te quedes sólo con la idea de penetración como objetivo de la interacción sexual, de hecho, las personas que tienen esta premisa están desaprovechando un 60% de su potencial erótico y sexual.

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4. El cansancio

El agotamiento existe de verdad, las personas necesitamos horas de buen descanso y alimentación saludable para sentirnos llenas de energía. Si la pareja no tiene tiempo para ella misma o para descansar, relajarse y recargar las pilas, el humor y las ganas se verán mermadas, por tanto, será muy difícil que se dé una interacción satisfactoria en la intimidad.

5. El sexo se ha convertido en monotonía

Que el sexo se vuelva rutina no es malo, todos necesitamos una estabilidad para sentirnos seguros. Los problemas pueden aparecer cuando el sexo se vuelve predecible.

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Obviamente hay momentos en la vida de la pareja donde el rato que se dispone para estar juntos, es previsible y eso no debe considerarse un condicionante negativo, pero si requiere que pongamos de nuestra parte. Si nos ponemos a pensar, cuando no hay convivencia también se planifican los encuentros, así que hacerlo cuando se vive con la pareja, no debe considerarlo como una carencia de “magia”. Por ejemplo, si sabemos que los fines de semana son el momento de mayor intimidad, podemos ir preparando ese encuentro con un mensaje subido de tono, una fotografía , etc. Para ir creando un clima de expectativa y excitación. Además, en caso que queramos, podemos incorporar juguetería y/o cosmética erótica, por ejemplo, para abrir posibilidades que estimulen nuestro imaginario erótico.

Recuerda que el objetivo es pasárselo bien, disfrutar estrechar vínculos.

La sexualidad en una pareja es necesaria para su progreso, evolución, satisfacción y vinculación afectiva. Pero, como os he comentado antes, sexo no implica como condición sine qua non penetración, así que utiliza contacto físico también para comunicarte y acercarte a tu pareja para estrechar ese vinculo de exclusividad con el otro/a.

Es necesario cuestionarse qué considera sexo cada miembro de la pareja, qué es suficiente, cuáles son las necesidades individuales, y cómo se aborda la cuestión de las diferencias en la frecuencia. Para ello es necesario sentarnos y hablarlo de manera explicita, empática y asertiva, para poder llegar a una conclusión que satisfaga a ambos miembros. De lo que se trata es de buscar el equilibrio y ese equilibrio se encuentra en el diálogo, puesto que cada miembro individual y cada pareja no debe dejarse llevar por convencionalismos, ni reglas generalistas. Hay qué analizar cada casuística en particular, respetando las libertades e individualidades personales.

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